El belén o más conocido en Catalunya como el
Pessebre inunda el centro de algunas ciudades españolas para ofrecer un pasatiempo extra a los transeúntes que disponen de unos minutos de evasión del bullicio navideño. Los niños y los ancianos son los que más disfrutan de la estampa. La inocencia infantil, patente en la cara de los más pequeños, es visible durante varios momentos del día ante la valla de seguridad que protege el trabajo artesanal de los
pessebristes.
El de Barcelona se encuentra en la plaza Sant Jaume entre el Ayuntamiento y la Generelitat.
Desde hace unos años, el consistorio de la ciudad crea un concurso para que jóvenes diseñadores presenten sus propuestas para dicha creación navideña. En esta ocasión, los ganadores han sido unos alumnos de jardinería con el proyecto
Essència, que pretende hacer reflexionar a los
voyeurs callejeros sobre la esencia de la Navidad en la ciudad y en el campo.
Hasta aquí ningún problema.
La inquietud empieza a aflorar en las conversaciones de los visitantes del lugar. "¿Dónde está el
caganer?", se preguntan unos a otros. En los pesebres de Catalunya existe la tradición de colocar la figurita de un pastorcillo con
barretina (típico gorro rojo y negro catalán) haciendo sus necesidades escondido cerca del nacimiento.
Este año no se encuentra por ninguna rincón de la elaborada creación.
El ayuntamiento, justo antes de empezar a construir la representación navideña, obligó a los artistas a que no colocasen la figura porque fomenta una acción incívica! ¿Hasta donde llegarán las autoridades barcelonesas con la ordenaza del civismo?
Esto ya es demasiado.